He comentado con algunos amigos que a pesar de las diferencias que tuvimos en razón de nuestras responsabilidades, él como ministro de Minas y Energía y yo como Gerente Financiero de la Energía de Bogotá, la muerte de Guillermo me tiene desolado. Fuimos compañeros de la primera promoción de ingenieros eléctricos ofrecida por la Universidad de los Andes con los estudios completos en Colombia junto con Werner Wieler y Miguel Zapata. Su brillantez nos deslumbró desde el primer momento y sus múltiples inquietudes con diversas disciplinas, con las ideas políticas y con las artes apuntaban hacia su liderazgo temprano en todas sus actividades.
Siendo compañeros de clase de termodinámica estadística, los apuntes en stencil que teníamos de referencia los había desarrollado él anticipadamente con su particular letra regordeta y despegada por encargo del maestro Devis. Entonces, era claro que siempre iba uno o varios pasos adelante. Y así lo fue en su desarrollo profesional inclusive en sus primeros pasos en Planeación Nacional en donde comenzó a hacer carrera su visión compartida con José Fernando Isaza de que éramos un país demasiado pobre para poder alcanzar los niveles de confiabilidad que veíamos necesarios desde el sector eléctrico. Después disfruté de sus análisis como consultor de la firma que creó, Mejía, Millán y Perry, sobre los temas de planeación del sector eléctrico y sus complicaciones técnicas y financieras con su criterio siempre agudo y crítico frente a las decisiones corrientes en el medio.
En el camino, quiénes estábamos comprometidos con el desarrollo del sector de energía en Bogotá le reclamábamos su falta de compromiso con la ciudad y con el sector porque prefería pensar en la nación como un todo y con una perspectiva macroeconómica a pesar de haber nacido bogotano e ingeniero eléctrico. Ya en el Ministerio de Minas y Energía el problema era que creía que el sistema eléctrico estaba sobre-dimensionado y entonces no apoyaba como queríamos nuestras decisiones de inversión en lo cual también influía su entendimiento de que había mucha corrupción en el medio. Años después, con el apagón, sus enemigos políticos le cobraron esa posición que según ellos era la causa de ese apagón. Sin embargo, no dudo en que su integridad a toda prueba y su preclara inteligencia le fijaron derroteros importantes al país a pesar de que se pudieron cometer errores. A este respecto recuerdo con mucho afecto una conversación que tuvimos en el vestier del Club Guaymaral en donde nos encontramos casualmente después de su práctica de tenis y de mi caminata de golf y volvimos a referirnos a estos temas ya pasados años atrás para concluir con su frase "cómo nos equivocamos, no Luis?" que me volvió a poner presente su altura y honestidad intelectual. Todo lo cual reconoció el país con su renuncia como Ministro de Hacienda de su amigo el presidente Samper cuando entendió que su campaña había sido corrompida por el narcotráfico.
Apenas salió su libro "Decidí contarlo" comencé a leerlo con fruición por ser un recuento de las duras vivencias que nos ha correspondido soportar a los colombianos en los últimos cincuenta años y porque de alguna manera formamos parte de la tecnocracia con la que intentamos aportar algo a nuestro desarrollo. No había acabado de recorrer sus páginas con creciente admiración pero lo he terminado en estos dos días después de su adiós imaginándome que así lo he estado acompañando en su velación con una tristeza enorme. Gracias Guillermo por intentarlo y por mostrarnos el camino.
*Este escrito fue realizado por Luis Avella, ingeniero eléctrico y amigo de Guillermo Perry.